224. Las dos bibliotecas

—Mire, el libro que usted está buscando lo encontrará en la Biblioteca del Norte. Tiene que saber que la Biblioteca del Sur está completamente vacía. Nunca ha existido en ella ningún libro. No se equivoque de biblioteca. En esta ciudad, como todo el mundo sabe, solo hay dos bibliotecas.

—¿Una biblioteca sin libros? ¿Cómo es posible?

—Es largo de explicar, señor. Me tendrá que creer. Falta media hora para que cierren la entrada en la Biblioteca del Norte. Mi explicación dura una hora, por lo que no merece la pena contarle el porqué las cosas están así. Llegaría con las puertas cerradas y se quedaría sin poder entrar.

—Pero esto que usted me está diciendo es muy extraño. No querrá que le crea.

—Bueno. Si yo estuviera en su lugar, y me interesara verdaderamente el libro que está buscando, lo creería.

—¿Cómo sé que es verdad lo que usted me dice? ¡Es increíble una biblioteca vacía!

—¿Por qué le iba a engañar? ¿Gano algo con hacerlo? Además, el Director General de la Biblioteca del Norte ha decretado un tiempo indeterminado de vacaciones que comienza mañana mismo. Si no entra esta misma tarde se quedará sin su libro. El libro que busca es único. Se lo aseguro yo, que conozco bien esa biblioteca. No en vano soy el bibliotecario Jefe. Todavía está a tiempo.

—Puede que tenga razón. ¡Qué absurdo sería buscar un libro en una biblioteca vacía! Muchas gracias. Le haré caso.

Cuando llegó el hombre a la Biblioteca del Norte se encontró con un gran recibimiento: aplausos, música de fondo, cava del bueno servido en copas preparadas para el inminente brindis. Era el último usuario de la Biblioteca del Norte y en breve daría comienzo el discurso protocolario de las celebraciones de fin de temporada. La secretaria que atendía el mostrador le entregó con gran celeridad el libro que acababa de solicitar. Fotos para el recuerdo. A continuación, se cerraron las puertas de entrada, se encendieron todas las luces y fue en ese preciso momento cuando el hombre se dio cuenta de la enormidad de la Biblioteca del Norte, como si en ella estuvieran almacenados todos los libros del mundo. No se le ocurrió otra cosa que preguntar, mientras recogía su copa de cava:

—¿Y la Biblioteca del Sur?

—¿Qué Biblioteca? — respondió la secretaria del mostrador—. ¡Ah, sí! La que no tiene libros. Pero cállese, por favor. Va a dar comienzo el brindis. Además, a su derecha tiene al bibliotecario Jefe, que de seguro le hará mucha ilusión brindar con usted.

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