Después de asistir a un concierto de guitarra clásica y felicitar personalmente al intérprete, pude charlar unos instantes con él, a raíz de la siguiente pregunta que le hice: “¿Cuál es el secreto de tocar tan bien la guitarra?”.
Se me quedó mirando como quien va a responder: “Pero, ¿de qué va usted?”. Sin embargo, se produjo una súbita transformación en su semblante. Se concentró, cerró los ojos, como si estuviera rememorando el pasado, y después de hacer una profunda inspiración comenzó a hablar en voz baja, al estilo de quien comunica un secreto, precisamente el secreto que yo deseaba conocer.
“Verá —me dijo, ya mirándome a la cara—. Lo primero de todo, la ayuda del entorno familiar. Los padres ven a un nuevo Andrés Segovia en el hijo que comienza a rasgar la guitarra en acordes inclasificables —yo diría— por decirlo de un modo suave; lo segundo, el ánimo continuado de un profesor que exija en cada clase mayor perfección, sin caer en una falsa adulación; y, ¿lo tercero?, cuatro actitudes muy importantes: constancia, capacidad de sufrimiento, ilusión y espíritu de superación”.
Pensaba que ya había terminado él de contarme su secreto. En el momento que me despedía de él, añadió: “Además hacen falta: una buena guitarra, un estudio profundo de cada partitura y poner el sentimiento adecuado a cada pieza”.
Volviendo a casa, me puse a caminar, dando vueltas en mi cabeza a la primera parte de la contestación. Me preguntaba si algunos de sus consejos se podían aplicar a cualquier actividad en la vida, en particular, a la educación en la familia. Y concluía que sí.
“¡Qué extraño! —seguía hablando conmigo mismo—. Para cualquier profesión se piden unos estudios que suelen durar años, pero para aprender a ser padre o madre de familia, muchos futuros padres reciben unos pocos consejos o una simple charla. Una de las cosas más importantes que se puede hacer en la vida —formar una familia— queda relegada en su preparación a unas pocas explicaciones. La verdad, no lo entiendo”.
Suelo abrir los correos electrónicos al llegar a casa. Un golpe de aire fresco, reconfortante, me llegó con el email de un amigo que se va a casar pronto. Ponía, entre otras cosas: “No te puedes imaginar qué buen Curso de Orientación Familiar hemos hecho mi novia y yo. Los ponentes… “.
Y conecté la radio del móvil para escuchar Radio Clásica con los auriculares.