227. Expresiofobia

El diálogo se desarrolló de la siguiente manera:

—Todo el mundo sabe que la suma de dos y dos son cuatro.

—Eso lo dirás tú. Para mí el resultado es cinco. Me lo dice el sentimiento. La de discusiones que he tenido por esta cuestión. Por eso decidí hacer una carrera de letras. Y me ha ido muy bien.

—Me tienes que disculpar, pero demostrar que dos más dos son cuatro es lo más elemental del mundo. Lo aprenden los niños cuando se les enseña a contar.

—Claro, son manipulados. Si se les dijera desde el principio que dos más dos son cinco, ellos responderían siempre que son cinco.

—Ya, pero si pones a la vista de una criatura dos filas de caramelos una con cinco caramelos y otra con cuatro, formada esta segunda fila por dos y dos, ¿cuál de las dos filas crees que elegiría?

— Quizá la primera…

—O sea, la que tiene cinco.

—¡Las dos tienen cinco!

—Por cierto, te debía cinco euros. Te los devuelvo. Aquí tienes dos monedas de dos euros cada una. Así que, estamos en paz.

—¡Falta un euro!

—¿Cómo?

—Si no me lo devuelves atentas a mis sentimientos más profundos. Lo haces porque me tienes fobia.

—Somos amigos desde hace tiempo y como tal te considero. No siento nada malo hacia ti. Solo intentaba entablar un diálogo que permitiera llegar a la verdad de las cosas sin que te sintieras ofendido. Ya sé que tú no crees en la verdad, como tantas veces has afirmado. Pero la realidad se impone a la ideología. Si rompes el diálogo con insultos o amenazas caerás en la expresiofobia.

—¿Y eso qué es?

—Fobia al derecho humano universal de la libertad de expresión.

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