205. El apellido

Me llamo Alfonso Diez, y no Alfonso Díez. He de confesar que mi apellido Diez me ha dado bastantes problemas. A la pregunta de: «¿Cómo se llama usted?», siempre que escribían mi apellido, lo hacían mal, pues añadían una tilde donde no tiene que haberla. Por lo que pasé a responder en lo sucesivo: «Alfonso Diez, sin tilde». Pero, un buen día sucedió que el muy gracioso de la ventanilla me dijo sonriendo: «¿sintilde?… ¡qué segundo apellido tan raro!». Me marché de allí todo mosca. Y en la siguiente ocasión, el mismo gracioso de la ventanilla me aconsejó sonriente: «si cambiara su primer apellido Diez por Décimo, desaparecerían sus problemas». Le volví a poner mala cara. No escribo aquí lo que se me pasó por la cabeza. Sin embargo, cometí el error de hacerle caso. A partir de ese momento decidí llamarme Alfonso Décimo. En el registro civil se extrañaron del cambio, pero no me comentaron nada.

Feliz con mi nuevo apellido tuve que volver a la ventanilla del gracioso por otro asunto y le expliqué que debía poner Alfonso Décimo en lugar de Alfonso Diez sin tilde, como me aconsejó la última vez. «Recuerde que Sabio es su segundo apellido», me dijo sin pestañear, con esa sonrisa que me sacaba de quicio. El chiste estaba en marcha, pero mis nervios no aguantaron. Si no llega a ser por los que estaban en la cola no sé lo que habría podido pasar. «No se ponga así. Si quiere simplificar su primer apellido yo le aconsejaría poner una X». De nuevo mi mala cara. En ese momento no entendí. Al llegar a casa recompuse la situación: ¡Claro! Alfonso X Sabio, o sea, Alfonso Décimo el Sabio. Mira que… si soy un descendiente de tan ilustre personaje—me dije, animándome—. Y me puse a investigar mi árbol genealógico. Efectivamente… no lo era. Cuando volví a la ventanilla del gracioso para un nuevo trámite, aproveché la ocasión para disculparme por mis malas caras. Él no le dio importancia y volvió a sonreír como siempre. Enseguida me preguntó: «¿No habrá investigado, por casualidad, si usted es descendiente del célebre Rey castellano?». Me eché a reír. «Este tío me supera», pensé en seguida. «Mire—lo acabo de decidir ahora mismo—: volveré al registro y pediré que me dejen mi nombre original completo: Alfonso Diez Sabio». Y así lo hice.

Un comentario en “205. El apellido

Deja un comentario